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que es más corto, o se puede regresar por el lado oeste. Si tenía mucho combustible el lado oeste era el mejor porque todo lo que sucedía, venía desde las Bahamas. Si estaban patrullando, allí sería donde estarían. Uno iría donde está la acción. Así que veníamos del oeste, nadie pensaría en ti allí. Al parecer, la vigilancia estricta y mayor seguridad en la costa este de la Florida, hace que los contrabandistas vayan a la costa oeste para hacer sus conexiones. Aparecíamos en la costa sobre Marco lsland, volábamos hasta Georgia, dábamos la vuelta y regresábamos. Parecía que íbamos hacia el sur. Nadie que viniera de norte a sur hacía nada ilegal. Se podían llevar . cadáveres en un avión en EE UU porque no sé cuántos aviones hay en el aire a la vez, pero no hay control. Se puede aterrizar en un aeropuerto pequeño pues no hay policías en cada aeropuerto que pregunten qué llevas en el avión. Hacíamos como que íbamos a uno de los aeropuertos locales, pero hacíamos un acercamiento y nos dirigíamos al oeste. Compramos propiedades en Lakeland. Construimos dos pistas y un par de graneros que en realidad eran hangares. Parecían graneros. Y cuando abrías la puerta del henil veías que se adecuaba a la cola de un aeroplano. Manejaba un auto de unos años de antigüedad… y le cargábamos paquetes. Le poníamos suspensión al coche para que no se hundiera y usábamos una grúa para remolcarlo. Habíamos creado una compañía de remolques y compramos una gasolinera y un garaje en Miami. El tipo de la grúa tenía una orden de trabajo. El conductor, obviamente, sabía lo que sucedía, pero le dijimos: “Si te paran “y abren la cajuela, tú no sabes nada”. Si manejas el coche es difícil no saber lo que hay en la cajuela, pero el de la grúa no sabría. No sabes, te contrataron para remolcarlo. Lo enganchaba y se marchaba. Deja que se lleven el coche, pero no pueden detenerte porque tienes la orden. Íbamos en caravana, con dos o tres coches. Uno iba al frente observando, y uno iba detrás. Entraban a Miami, e hicimos eso durante años sin tener ningún problema. Era una de las ventajas de Lakeland. Siempre paraban a la gente que iba hacia el norte, pero nunca se supo que los pararan si iban hacia el sur. Mickey y los demás hacían lanzamientos aéreos. Me construí un astillero pequeño. Decidimos hacerlo de Colombia hasta las Bahamas y allí lanzarlo a los botes. Ellos lanzaban balizas para saber con exactitud dónde estaba la carga, porque había una frecuencia que mandaba la señal con la ubicación. La consola del medio se abría, hacían agujeros en el medio del bote y se llenaban. Y se traía dentro de los botes. El gran problema fue el empaque del producto, que resultó un fiasco porque los colombianos, tan maravillosos en la organización, lo arruinaron en dos viajes. Había filtración de agua salada y eso mataba a la coca. El agua salada es el enemigo de la coca. Mickey estaba empeñado en que podía parar la filtración y les dijo cómo envolverlos. Les mandé grabaciones, les mandé fotos, paso por paso, de cómo hacerlo. Uno no le va a decir a un colombiano cómo hacer nada. Mickey se la podría pasar hablando que los colombianos no van a hacer lo que les digan. Mis muchachos iban a buscar los paquetes y cuando regresaban no estaban envueltos. Estaban como siempre. Y lo echaban a la basura, más de la mitad no servía y perdían millones de dólares porque no sabían envolverlo. Por su estupidez, el agua hacía daño. Y se molestaban conmigo. Pero no podían culparme, era su problema. “Oye, es tu problema.” No fue hasta el tercer viaje que dio resultado. Y funcionó, y funcionó. A veces entraba por la puerta delantera. La puerta delantera era la entrada en Haulover. La llamábamos así. No decías que llegabas por Haulover. Así que decías la puerta delantera. Es una clase de código. En Haulover lnlet alquilé un departamento en el piso de la esquina nordeste llamada Harbour House, que tiene una vista espectacular de la ensenada. Puse a una joven, le pagué para que viviera allí, pagué por el departamento. Cuando hacíamos un viaje ella tenía un par de binoculares y claro, una radio. Encontramos todas las frecuencias posibles en contra de la competencia. La Aduana de EE UU, la patrulla marina local. Sabríamos si estaban escuchando. Una vez vine a casa en bote. A veces estaba con los chicos en la puerta delantera o en el departamento. Esta vez, estaba en el bote hablando con mis amigos en el departamento. Quién lo iba a decir, apareció la gente de Aduana y de la Guardia Costera armados con rifles M. No creo que nos buscaran, pero estaban revisando botes. ¡Y estoy en un bote cargado! Pero al detenerse a mi costado el motor del bote hacía: ¡bang, bang, bang, bang, bang, bang! Le digo: “Dios, suena espantoso”. Y me dice: “Hace un día que está así”. ¡Ay, Dios! Da la vuelta, no se aleja ni metros y hay una especie de… ¡bum! Creí que había disparado el rifle y… agarró la ola justo. El pistón sale disparado del motor y salta en la ola. Como si tiraran una piedra. Una gran llama sale de costado que ilumina todo. “¡Que me parta un rayo!” Llaman por la radio pero nadie responde. Tenían equipos modernos y me preocupé por ellos. “¿Quieren que los remolque?” Les tiré una cuerda, se subieron al bote y remolqué a la Guardia Costera y a la Aduana de EE UU, pero el bote tenía cargados unos , kilos. La joven del departamento dijo que solo yo… cualquier otro hubiera entrado en pánico y saltado por la borda. De allí íbamos hasta la entrada del puerto de Maule Lake, donde había alquilado varios atracaderos. Al día siguiente llegaba mi grúa con una orden de trabajo y un tráiler. Mi negocio estaba a cuatro cuadras. Poníamos el bote allí, íbamos por detrás, abríamos el compartimento y cargábamos los autos. Me entregaban toda la mercadería a mí. Tenía varios escondrijos en Miami. Usaba a gente común, gente trabajadora que necesitaba el dinero. Trataba de encontrar a alguien en un barrio decente que no consumiera drogas, porque cometí un par de errores. Encontraba agujeros en los kilos como si pusieran una pajita y parecía que una rata era la culpable. No era en uno sino en cinco diferentes y quizá faltaba uno o dos
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